“Cárceles a partir de los 13”

“Cárceles a partir de los 13”
EL MUNDO, 17/02/2008

EL PERIODISTA visita uno de los cinco centros abiertos en Francia para jóvenes delicuentes, tras la propuesta de Rajoy de cambiar la ley de responsabilidad penal para menores. Y ve problemas.

El folleto ilustrativo recuerda el aspecto propagandístico de una promoción inmobiliaria. Siete chalés, campo de fútbol, área de esparcimiento socio-educativo, comedor, cine, 4,3 hectáreas con recinto arbolado, aparcamiento y una impoluta bandera de Francia. Se trata, en suma, del proyecto piloto EPM, cuyas siglas, traducidas, significan Establecimientos Penitenciarios para Menores. Dicho de otra manera, cárceles de última generación que alojan delincuentes de entre 13 y 17 años. Normalmente reincidentes, responsables de graves delitos y sujetos a un plan de rehabilitación que aspira a funcionar como método ejemplarizante.Es la teoría. La práctica se antoja menos aséptica e ideal de cuanto se prometían los impulsores del proyecto. De hecho, la EPM de Meyzieu (afueras de Lyon), inaugurada el 11 de junio al abrigo nicosarkozysta como ejemplo de la nueva política penitenciaria, es noticia y esquela porque uno de sus reclusos, 16 años recién cumplidos, ha conseguido suicidarse después de haberlo intentado en tres ocasiones. El padre del muchacho acusa. Sostiene que los educadores del centro fueron incapaces de reaccionar ante las crisis psicológicas del menor. Ni siquiera cuando prendió fuego a la celda o ingirió un frasco de champú.

El fiscal de turno, dotado de poderes especiales, lo había enviado a Meyzieu para escarmentar su expediente de robos y de vandalismo, aunque el desenlace fatídico ha servido de excusa para reanudar la polémica de las penitenciarias de menores. Mucho más cuando otros dos chicos han conseguido evadirse de la EMP de Marsella y cuando el suicidio de Julien -así se llamaba el preso- es el primero de un menor entre rejas en Francia desde 2004.

Las autoridades del Ministerio de Justicia objetan que es prematuro «condenar» el proyecto de las EMP. No sólo porque los cinco centros abiertos -todos iguales logística, estructural y arquitectónicamente- llevan funcionando apenas unos meses. También porque el sistema de relaciones en marcha introduce novedades en el régimen carcelario.

«La principal consiste en que la convivencia se organiza en espacios abiertos», nos explica Laurent Ridel con los galones de subdirector de la administración penitenciaria francesa. «Los jóvenes están fuera de las celdas y se atienen a programas educativos, deportivos y de ocio desde las 7:30 de la mañana hasta la hora de dormir. Quiero decir con ello que aumenta el tiempo de contacto y también aumenta el riesgo de incidentes. Pero queremos evitar que el joven se encierre delante de la televisión y permanezca embrutecido delante de la videoconsola. Es una nueva época».Las observaciones no convencen a los sindicatos de prisiones. Primero porque consideran intocable el derecho a la intimidad. O sea, «disponer de un espacio privado donde vivir aunque sea en reclusión». Y, en segundo término, porque la celda, obligatoriamente individual, es un espacio de seguridad para el recluso. Una garantía, un escondite, un refugio.

«Las EMP no funcionan», sentencia Jean-Claude Vaupré en nombre del sindicato reformista CFDT. «Están concebidos en poco espacio para demasiados reclusos (60) y plantean una paradoja: el contacto cotidiano y constante de los muchachos engendra una tensión insostenible. Entre ellos mismos y en relación con el personal de vigilancia y educativo. Por un lado se trata de hacerlos vivir en un mismo hogar. Por otro se ignora que los reclusos están entre rejas y no han decidido vivir juntos, de modo que reproducen a pequeña escala los esquemas de clanes, grupos y bandas».

El prototipo de Meyzieu, con un presupuesto de 13 millones de euros, ocupa un espacio anónimo a la vera de la autopista de Lyon (este/sur de Francia). Se diría que es una nave industrial, un almacén, un depósito, aunque las impresiones cambian con la perspectiva de la cercanía. Los altos muros de hormigón y las cámaras de vigilancia delinean un espacio intimidatorio de seguridad. También lo hacen las puertas de acero gigantes que dan acceso a la prisión como si fueran el telón del juicio final.Dentro, se dibuja un rectángulo con espacios ajardinados y módulos de alojamiento en «L». Cinco corresponden a los varones. Dos a las hembras, aunque no existe contacto entre sexos. Las celdas ocupan 10 metros cuadrados y son individuales. Disponen de aseo, retrete y ducha. Incluso las hay concebidas para reclusos discapacitados físicamente.

«Hemos querido privilegiar la relación de los chicos con las familias», explica Laurent Ridel. «De hecho, los contactos se producen en espacios amplios y con una regularidad que permite garantizar los vínculos afectivos. Sin olvidar el esfuerzo educativo: cada menor tiene un programa a la medida que le permite convertir la reclusión en aprendizaje».

Los primeros reclusos entraron el 11 de junio. Todavía olía a pintura y las instalaciones estaban impecables, aunque las expectativas de convivencia y de bienestar colectivo se malograron a los ocho días de la inauguración.

Fue el acabose. Una reyerta degeneró en el saqueo y en la destrucción del complejo. Es cierto que el número de vigilantes equivale al máximo de reclusos -60 y 60- , pero los medios de control y de seguridad se han demostrado insuficientes. Dos chicas acaban de darle una paliza a una funcionaria, así que los trabajadores del centro -150 en total- acumulan partes médicos y bajas facultativas para alejarse cautelarmente del avispero.

MIEDO Y EDUCACION
«Hay una gran diferencia entre la teoría y la práctica», objeta Jean-Claude Vaupré. «Es imposible tener ocupados a los menores durante 14 horas y tampoco hay medios para hacerlo. Ni siquiera la psicóloga tiene un despacho donde tratarse con los detenidos. La cifra de educadores original, que era de 36, ha descendido a 24 en Meyzieu. El miedo pesa más que la educación. Y la tentación de la represión predomina sobre el esfuerzo educativo. Son los tiempos que vivimos en Francia».

El líder sindical alude al modelo sarkozysta. Quizá porque el jefe del Estado francés ha rebajado la edad de ingreso en las prisiones de menores -ahora es de 13 años- y porque los responsables de homicidios, de graves delitos y de reincidencia son juzgados en algunos supuestos exactamente como si fueran mayores de edad.La idea de Mariano Rajoy, tan polémica y cacareada, es distinta. El líder del PP propugna reducir de 14 a 12 años la edad penal mínima para los casos de delincuencia grave o reiterada. Pero también obligarles a que terminen de expiar su pena en una cárcel de mayores, una vez cruzado el umbral de los 18 años. Matiz relevante en relación al modelo Sarkozy. Escuchando, solo a medias, el aforismo que redactó Víctor Hugo: «Cuando se abre un colegio, se cierra una prisión».

¿Qué ocurre cuando se abre una prisión? Rachida Dati, superministra de Justicia, cree en el porvenir de las EMP. Las ha heredado de su homólogo chiraquista, Dominique Perben, aunque lo ha hecho con absoluto convencimiento. Ella misma acudió al centro de Meyzieu días después de haberse suicidado Julien. Y no pareció acordarse de las horas que permaneció colgado el muchacho. «Estos lugares son idóneos y están adaptados para las nuevas formas de violencia. Los menores deben aprender en las clases. Y no en las celdas», concluía la mosquetera de Sarko.